Empezaron derribos, de forma espectacular! El espacio se multiplico por…
Para un Hammam…
Es nuestro segundo viaje a Marrakech.
La primera vez, en noviembre, tomamos contacto con Thierry y Hassan, dueños de un Ryad de ensueño en pleno corazon de la Medina, y interioristas y decoradores de palacios y otros edificios emblematicos de la ciudad.
Ellos seran nuestros intermediarios aqui, conocen a los artesanos, negocian los precios, y siguen la fabricación de los diferentes elementos que encargamos para la construcción del primer hammam de Barcelona, Rituels d’Orient.
Viajamos Cécile, Julie, y nuestro cliente Jérome.
La llegada nocturna es ya todo un poema, entre la larga negociación con el taxista a las 2 de la mañana, el bloqueo de calle por un cater pilar incongruo que nos obligara a dar la vuelta a la ciudad por el otro sentido, la caminata luego, los 3, en las callejuelas estrechas donde ya no caben los coches, laberinto cruzado por sombras veloces e inquietantes, donde tropezamos formas humanas o no, tumbadas en el suelo.
El primer dia, el desayuno en la terraza del Ryad, a la sombra de los bougaivilliers, una taza de te de menta a la mano, un brick de mermelada de higo en la boca, lo dedicamos a planificar nuetro plan de ataque:
como cada vez, y eso es un ritual, empezaremos por una vuelta en el mercado de pulgas, a 15 minutos del Ryad: cada mañana, sobre gastadas mantas berberes, un asemblaje heteroclito de cosas, ceramicas, telas y candelabros, bandejas de maillechor y teteras oxidadas, herramientas y collares, mucha basura y algunos tesoros que tendremos que negociar con cara de desengaño….
Toda la mercancia la tiramos a un pequeño carro, que tira un hombre, y le damos la dirrección del Ryad; eso es el taxi, y se puede confiar en el.
El resto del dia sera un largo reccorido por los souks de la ciudad: el Mellah, el souk de las telas,
donde vamos a buscar los ponpones que encargamos 5 meses antes, nos acogen el artesano y su hijo sordo-mudo, con una gran sonrisa, y sacan imediatamente la bolsa llena de debajo del mostrador, ponpones rosas y morados, marron, un trabajo de una fineza extraordinaria.
Luego compramos los metros de gaza y terciopelo que nos serviran para los cojines y cortinas, y desembocamos ya cargados como mulas en la plaza des Ferblantiers.
El calor ya se hace pesado, y nos refugiamos en la terraza de una cantina toda azul, donde las ollas hierven y gruñen de tanto tajine en preparación.
En esta plaza trabajan el metal, fer-blanc, cobre y laton, y maillechor.
Es el paraiso de las linternas, de todas formas y colores, la mayoria muy vistas ya, pero se encuentran unas construcciones de una fineza e imaginación geniales.
Tambien estan las picas y grifos. Y aqui no hay comparación con los que se encuentran en Europa. Que mas guapo hay que un simple tubo de cobre que sale de la pared y saca agua?
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Muy interesante…
Un saludo desde Valencia!
Me parece muy interesante, la verdad es que me dáis envidia, parece sacado de Las Mil y Una Noches